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Un dia efimero

Los días pasan y yo sigo aquí en mi sillón escribiendo sobre mis aventuras y experiencias que esta vida me ha dado, algunas maravillosas otras muy desagradables que de tan solo pensarlo me vuelve a doler mi corazón.

La primera vez que visite el país africano de Togo fue cuando unos amigos me invitaron a una campaña de alfabetización de adultos en la aldea de Tchekpo, Togo. Una experiencia increíble el enseñarles mi propio idioma cada letra y palabra, y por supuesto el yo también aprender su dialecto, que no era ni es hasta hoy muy bueno…al principio en ese lugar me sentía como bicho raro, la gente viéndome tan extraño con mis jeans y mis playeras…y es que en esta aldea la única ropa de los hombres son unos taparrabos o calzones de manta…y las mujeres pues prácticamente con lo mismo, o si¡¡¡ un poco incomodo al principio…tenia que acostumbrarme a ver a los ojos cuando alguna aldeana se me acercaba a preguntar algo o para darme algún alimento o regalos en agradecimiento…una platica cara a cara era lo mejor, y aunque en esa aldea era lo mas normal para nosotros los occidentales era algo diferente, pero siempre con mucho respeto ya que había desde niñas pequeñas hasta abuelitas de lo mas normal haciendo sus actividades cotidianas.

Recuerdo el primer día que llegue estaba un pizarrón con las efemérides de la semana…algo curioso el enterarme de los grandes acontecimientos o sucesos más importantes de aquellos habitantes, una aldea de no más de 1000 personas… ¡todos sabían la vida de todos! Y claro estos sucesos cambiaban cada semana…un maravilloso periódico semanal. Una de las historias que me causo una gran curiosidad fue la de un turista europeo que fue mordido por un efemoptero en una de sus piernas y que quiso demandar a la aldea completa o al menos a su líder, argumentando que por culpa de ese insecto perdió vitalidad sexual…¡¡que barbaridad!! Lo curioso de estos insectos efemopteros es que efectivamente tienen un aparato bucal masticador pero solo de sustancias vegetales…yo creo que este “problemita” ya lo traía desde su país, o no?

En lo personal a mi me sucedió algo similar, la mordedura…mal pensados!, un insecto me mordió en un vaso eferente de mi espalda y provoco un gran dolor en mi, mi primera reacción…inquietud y después miedo, el temor de no saber que insecto me había mordido, la sangre brotaba cual burbujas a la superficie de un liquido efervescente, el dolor seguía y la poca eficacia de mis “alumnos” de ese día no era la de un doctor experto en mordeduras de insectos de esa región de Togo…la eficacia es la virtud de obrar de manera rápida y eficiente cuando se requiere, pero para ser honesto en ese lugar y en ese momento jamás la encontraría.

Esperando a una persona eficaz para mi tormento insectívoro y a falta de la misma…decidí curarme yo solo, solo que como la mordedura fue en la espalda no lograba verla, (ahora un poco mas tranquilo), me pregunto…¿Cómo llegaría ese insecto a mi espalda?...aun no lo se, exactamente en medio de mi espalda, mis manos solo sentían el brotar de la sangre y el dolor era mas intenso cada minuto…algunos niños viendo mi dolor me daban frutas de los árboles que estaban en el jardín principal de aquella aldea, otros mas me hablaban en su dialecto dándome animo…(bueno, eso creo que hacían), pero el dolor que sentía solo me irritaba mas al no entenderles y sobre todo el que no entendían tampoco mi pésimo dialecto mogoles…un día para el olvido!!.

Hasta que por fin llego el remedio a mi dolor, una anciana llego tan rápido como sus piernas se lo permitían y con un manojo de hierbas en sus manos tan maltratadas por la vida, lo puso en mi espalda, este manojo de hierbas mojadas con algún liquido “milagroso” que puso en mi herida en cuestión de minutos el dolor empezó a desaparecer, las hierbas con un olor espantoso pero con un efecto grandioso fueron mi medicina y mi descanso…”te mordió una hormiga real trijedina-ephemera”, claro!!!
Yo sabia que era esa hormiga…(???), que por cierto nunca la vi, esta anciana me curo ahí mismo en el salón de clases, la herida cerro dos días después y aunque ya no tengo cicatriz, aun recuerdo el dolor y me pongo a llorar.

Cuando me despedí de los aldeanos y de mis alumnos, me dieron muchos presentes en agradecimiento y a la salida de la aldea estaba la efigie de la anciana “curandera” de los Tchekpos…que por cierto no los olvido, eso fue lo que me sucedió en un día efímero, en una aldea de Togo…gracias a un insecto.

Hoy la verdad no tengo nada que decir…(EVM)

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